Lic. Miguel Ángel Verón
Director de Planificación Lingüística-SPL
m_angelveron@hotmail.com
Mba’éicha rupi oúta pytaguakuéra omboaparypy tetã guaraníme,
oikuaa’ỹre iñe’ẽ ha imba’embyasy”.
“Cómo van a venir los extranjeros a esclavizar a la nación guaraní,
sin conocer su lengua y sus sentimientos”.
Cacique Lambare
Resumen
En el 2011 celebraremos en Paraguay –así como lo festejó Argentina en el 2010- doscientos años de independencia patria. Este hecho de suma trascendencia para la vida nacional debe ser, además de los festejos, un momento de reflexión, de autoanálisis y de rectificaciones, con relación a lo que hicimos y dejamos de hacer a lo largo de los doscientos años de vida independiente. Una de las rectificaciones que urgentemente debemos encarar en Paraguay es lo referente a la soberanía cultural y lingüística.
En toda la historia paraguaya, y hasta el presente, el guaraní fue la lengua más hablada. Se cree que en 1811 cerca de 99% de la población hablaba esta lengua y no más del 10% la lengua de Castilla; pese a ello, la lengua de los colonizadores –ahí la paradoja- fue casi siempre la oficial y normal a lo largo de estos convulsionados doscientos años. La primavera de la lengua guaraní fue durante el Gobierno del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, pero los posteriores gobiernos abierta o encubiertamente han asumido una posición adversa contra el guaraní y pretendieron imponer el monolingüismo castellano.
A modo de introducción
En Paraguay siempre hubo una desidia cómplice y silenciosa de las autoridades con respecto a la situación lingüística. Desde que llegaron los españoles a estas tierras hasta el presente el guaraní es la lengua más hablada. Según el último Censo Nacional de Población y Viviendas, realizado en el 2002, el 88% de la población habla guaraní, el 67% habla castellano, el 60% es bilingüe, el 27% es monolingüe guaraní, el 7% monolingüe castellano y 6% habla otras lenguas. Como se notará, la lengua abrumadoramente mayoritaria es el guaraní. Si retrocedemos en el tiempo, este porcentaje es mucho mayor. En 1992, año en que se oficializó el guaraní junto al castellano, el monolingüismo en guaraní ascendía al 37% y más del 90% hablaba el ava ñe’ẽ . Pese a ser la lengua que representa la identidad paraguaya, la lengua mayoritaria e identitaria de la nación, el guaraní fue y es minorizado, discriminado y sus hablantes flagrantemente segregados por razones lingüísticas en casi los doscientos años de vida independiente.
Por suerte en Paraguay, y en gran medida en toda Latinoamérica, en los últimos años ha nacido una nueva conciencia lingüística y nos despertamos de un largo letargo; este despertar nos ayudó a tomar conciencia de nuestra centenaria alienación cultural y lingüística. Uno de los más alevosos robos a la nación y a los paraguayos y paraguayas desde la culminación de la Guerra contra la Triple Alianza –hace 140 años- es la negación de la lengua guaraní, puesto que minusvalorando la lengua mayoritaria y de cohesión nacional, nos autonegamos como pueblo, y eso, a la larga, ha mellado en nuestra autoestima y hecho de nosotros un pueblo xenocéntrico y con poca autoestima, situación sociocultural que a la vez incide negativamente en la vida social y económica de la nación. Ahora, ya a puertas de los festejos del Bicentenario de la Independencia Nacional, fundamentalmente a impulso de la sociedad civil, en Paraguay estamos uniendo sinergias para revalorizar y normalizar la lengua Guarani junto al castellano, como lengua oficial y mayoritaria de esta nación sudamericana.
En estas breves líneas describiré la gravitante importancia de la lengua guaraní en la historia paraguaya y sudamericana, y la necesidad de su normalización y normativización en el marco del Bicentenario.
1. Protagonismo histórico de la lengua guaraní
1.1. El guaraní durante la colonia
Durante la colonia en Paraguay la única lengua normal era el guaraní y la lengua de los colonizadores casi nunca tuvo espacio. En un principio los españoles quisieron imponer su lengua, pero luego se dieron cuenta de la inviabilidad de dicha pretensión, puesto que los guaraníes nunca aceptaron otra lengua que no fuera la suya. La idea de Nebrija de que la lengua acompaña al imperio no cuajó en Paraguay y en varios países del continente. En ocasiones los colonos españoles se quejaban de que se llegaba al punto que en Paraguay la lengua de los conquistados era la normal y la de los conquistadores la discriminada. En las iglesias el guaraní era la lengua más utilizada; Roberto A. Romero explica que el Sínodo Diocesano de Asunción del mes de octubre de 1603, reunido bajo la presidencia del Fray Martín Ignacio de Loyola, Obispo del Río de la Plata, resolvió adoptar oficialmente el idioma guaraní para la enseñanza de la doctrina cristiana por ser la lengua más clara y hablarse generalmente en todas estas provincias, siendo su conocimiento obligatorio para los curas encargados de esa enseñanza. En las Reducciones Jesuíticas la única lengua, hasta para los comercios, era el guaraní, y el castellano era una lengua casi desconocida. “Nadie ahí entendía el español, sino que se leía y escribía sólo en guaraní”, aseveró Félix de Azara luego de visitar las reducciones .
Hernando Arias de Saavedra, primer Gobernador criollo del Río de la Plata y del Paraguay, en 1603, dispuso que los actos de su Gobierno fuesen pregonados en las dos lenguas mayoritarias de la región: el guaraní y el castellano. Los cabildos de los pueblos de indígenas, ubicados dentro de la Provincia del Paraguay, peticionaban a los Gobernadores y a los reyes en guaraní.
Un ejemplo más del extendido uso del guaraní no solo en el Paraguay sino en los países de la región fue el hecho protagonizado por el General Manuel Belgrano, Vocal de la Junta de Buenos Aires, que fuera enviado por ésta al Paraguay para tratar su incorporación a la Provincia de Buenos Aires; el mismo dio al guaraní el rango de lengua oficial al escribir en este idioma y en castellano sus famosas proclamas donde exponía los motivos de la expedición armada, y las remitió al Gobernador, a los paraguayos, a los obispos y a los comandantes de Misiones e Itapúa. Las cartas fueron fechadas en Costa Sur Paraná el 6 de diciembre de 1810.
1.2. El guaraní en la vida independiente paraguaya
Todos los prolegómenos para la gesta emancipadora del 14 y 15 de mayo de 1811 se tramaron en guaraní. El santo y seña con el cual se abrieron las puertas principales del Cuartel General se hizo en guaraní. Dada la protagónica función de esta lengua muchos historiadores afirman que las primeras páginas –y yo diría el primer capítulo- de la historia paraguaya se escribieron en guaraní. Las primeras resoluciones de la Junta Superior Gubernativa fueron escritos en forma bilingüe guaraní –castellano. Pero fue durante el Gobierno del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia -principal ideólogo de la revolución de independencia y presidente de la República del Paraguay, desde 1814 hasta su muerte en 1840- que el guaraní tuvo su máxima expresión de normalización. El Himno Nacional se entonaba en guaraní –no quiero en lengua de chapetones- reclamaba el Dr. Francia cuando, a pedido suyo, le presentaron en castellano la propuesta de la letra del himno; -escriban en la lengua del pueblo- sentenció aquel gran estadista paraguayo, y su pedido fue cumplido: el primer Himno Nacional Paraguayo, cuyo título era Tetã Purahéi , estaba escrito íntegramente en guarani.
A lo largo de los más de 26 años de mandato del Dr. Francia, el guaraní era la lengua oficial. El presidente se comunicaba con el pueblo en guaraní, y las comunicaciones oficiales también se vehiculizaban en esta lengua. Esta política asumida por el karai guasu es comprensible puesto que su gobierno respondía a los intereses de la mayoría, a expensas de la minoría española y criolla oligarca, y apuntaba al crecimiento endógeno de manera a garantizar la independencia Nacional. Durante el Gobierno de Don Carlos Antonio López, que sucedió a Francia, empezó la discriminación del guaraní. El mismo quiso imponer castellano, puesto que éste era el que unía al país con los pares de América y gran parte del mundo. Empero su política melló poco, puesto que su hijo, el Mariscal Francisca Solano López, que lo sucedió después de su muerte acaecida en 1862, vigorizó el uso del guaraní, especialmente durante la Guerra contra la Triple Alianza, que azotó al Paraguay desde 1865 hasta 1870. El Mariscal pronunciaba sus discursos en guaraní, los periódicos de trincheras se publicaban en guaraní o eran bilingües; los poetas populares, verdaderos “tirteos” paraguayos, cantaban en guaraní.
1.3. La destrucción del Paraguay y el destierro del guaraní
Culminado el deleznable genocidio imperialista, en 1870, se inicia la batalla contra la identidad nacional y la lengua guaraní, elemento de cohesión social y de resistencia del pueblo paraguayo. Para matar al Paraguay primero hay que matar esa maldita lengua –sentenciaban los vencedores. Después de ser la lengua normal, la utilizada en todos los ámbitos, tanto oficial como social, el guaraní fue proscripto apenas culminó la guerra. Una prueba irrefutable de la política de exterminio del guaraní fue lo sucedido en el sistema educativo: el 1 de marzo de 1870 culmina la guerra y seis días después, el 7 de marzo, se prohíbe vía decreto firmado por un gobierno marioneta, impuesto y controlado por el ejército de ocupación, el uso de la única lengua nacional en las escuelas, y empezaron los atropellos de esa humanidad contra los niños y las niñas paraguayos y paraguayas. Los castigos físicos y psicológicos por hablar en la escuela la única lengua que conocían eran los educandos, entre otros, el juru pete , el ñemoñesũ juky ra’ỹi ári , la suspensión del receso, golpes con la regla, maltratos verbales y epítetos como guarango o juru ky’a . Estas mordazas y atropellos sufridos por los niños y las niñas en las escuelas por más de un siglo han creado un verdadero mutismo social y laceró profundamente la autoestima colectiva del pueblo paraguayo.
Los posteriores gobiernos que se sucedieron después de la hecatombe del 70 han renegado contra la identidad paraguaya y la lengua mayoritaria, y siguieron violando los derechos humanos fundamentales de sus hablantes. Sólo cuando se asomó un nuevo conflicto bélico, en 1932 con el hermano país de Bolivia, nos hemos acordado nuevamente de la lengua mayoritaria, y cual objeto desechable lo volvimos a usar para luego botarlo nuevamente. La oligarquía criolla, sumisa a los intereses imperialistas, sabía y sabe que esta es la lengua de resistencia nacional. Por más que parezca paradójico, durante la Guerra del Chaco (1932-1935), el guaraní fue la única lengua normal y oficial y el castellano relegado. Un documento histórico es la Orden General Nº 51, del 28 de mayo de 1933, donde se estableció el uso obligatorio del idioma guaraní para las comunicaciones telegráficas del Ejército en Campaña. La misma establecía en el art. 7º: “Las comunicaciones se harán exclusivamente en guaraní y las secretas serán cifradas”; para completar, el art. 8º sentenciaba: “Toda infracción a las disposiciones sobre trafitelefónico, su secreto y las reglas para el uso del teléfono serán severamente sancionadas…” Culminada la guerra de los soldados desnudos -como alguien calificó a esa carnicería humana entre los dos países más pobres de América Latina- los paraguayos y las paraguayas nos pusimos nuevamente la careta y como país seguimos el histórico teatro de prohibir y discriminar el guaraní y renegar contra nuestra identidad. Esta hipócrita actitud la seguimos llevando a cuesta y con ella llegamos al Bicentenario de la independencia nacional.
A pesar de que existen signos alentadores muy importantes en los últimos años, especialmente desde la asunción del nuevo gobierno en 2008, el estado paraguayo sigue funcionando exclusivamente en castellano. Calificó al estado paraguayo como absolutista y fundamentalista, ya que desconoce y excluye por razones culturales y lingüísticas directamente a casi 30% de la población que habla solo la lengua guaraní y al 60% que además del guaraní conoce el castellano pero quiere vivir en las dos lenguas oficiales. A los y las hablantes del guaraní, en Paraguay, se les deniega – a 21 año de la caída y la dictadura y el inicio de la apertura democrática- el más fundamental derecho, por ejemplo, de poseer en su lengua la cédula de identidad, documento que los identifica como ciudadanos y ciudadanas; este documento hasta hace un año se expedía en castellano e inglés y actualmente solo en castellano, a pesar de la insistencia de la sociedad civil desde hace cerca de 10 años para que este y otros documentos personales se expidan en las dos lenguas oficiales.
Pero hay que reconocer que, como dije, hay signos alentadores. La educación bilingüe, a pesar de la resistencia de la élite castellanista, sigue en marcha; actualmente los y las funcionarios del estado están estudiando guaraní, y desde la Secretaría de la Función Pública se pretende en unos años más contar con funcionarios y funcionarias bilingües; el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) se muestra un poco más abierto a los reclamos de mejorar la educación bilingüe; la Comisión de Conmemoración del Bicentenario de la Independencia Nacional incorpora la reivindicación lingüística en el marco de la celebración de los doscientos años de la independencia; las distintas organizaciones de la sociedad civil vienen valorando y usando cada vez más la lengua mayoritaria. Es probable que en el presente año se apruebe la Ley de Lenguas, que varias instituciones y organizaciones vienen trabajando desde hace más de un quinquenio y cuyo texto fuera consensuado con el MEC. Con esta ley se reglamentará el artículo constitucional que oficializa el guaraní junto al castellano. Pero los pequeños logros son alcanzados gracias a la militancia e insistencia de la sociedad civil y no por iniciativa del segregativo Estado paraguayo.
2. El Bicentenario y la soberanía cultural y lingüística
La celebración del Bicentenario de la Independencia nacional es el mejor momento para plantear la soberanía cultural y lingüística en Paraguay. La aprobación de la Ley de Lenguas será la prueba de la voluntad de la clase política. Con la aprobación y aplicación de la mencionada normativa se iniciará la bilingüización del estado y se profundizará el uso del guaraní, junto al castellano; además se prestará mayor atención a las demás lenguas habladas en nuestro país, especialmente las indígenas. La única condición para la normalización real del guaraní es la voluntad política de parte de los tres poderes del estado, especialmente del Legislativo. Pero debemos entender que las decisiones del Parlamento Nacional en gran medida dependerán de la presión que pueda ejercer la sociedad, porque es sabido que los Poderes Legislativo y Judicial son las principales rémoras para la construcción de un país más democrático, independiente y con justicia social.
No será posible la construcción de un Paraguay incluyente, democrático y justo si no superamos la segregación social y política por razones lingüística y si no consolidamos nuestra identidad como nación. Es hora que las paraguayas y los paraguayos nos sintamos orgullosos de haber nacido en la tierra guaraní y de conocer y usar la lengua que desde hace miles de años se habla en este suelo: el guaraní. Las dictaduras y los años de oscurantismos que han azotado a la nación, impuestos por intereses exógenos y en complicidad con la élite local, son los que han pretendido borrar la identidad nacional y la lengua guaraní; ahora que el pueblo sale del letargo y empuja hacia la profundización de la democracia y los cambios sociopolíticos, están llegando tiempos mejores para la lengua guaraní. A la par de encarar acciones para recuperar la soberanía política, territorial y energética, en nuestro país debemos luchar por nuestra soberanía cultural y lingüística.
Por último, es importante que en los bicentenarios que celebramos en varios países latinoamericanos, además de Paraguay, planteemos el fortalecimiento y normalización de las lenguas autóctonas y las identidades nacionales. América es el único continente donde las lenguas propias son anormales y discriminadas. La recuperación, el fortalecimiento y la normalización del guaraní y otras lenguas americanas nos ayudarán a ser más auténticos para reencontrarnos con nosotros mismos como latinoamericanos.
oikuaa’ỹre iñe’ẽ ha imba’embyasy”.
“Cómo van a venir los extranjeros a esclavizar a la nación guaraní,
sin conocer su lengua y sus sentimientos”.
Cacique Lambare
Resumen
En el 2011 celebraremos en Paraguay –así como lo festejó Argentina en el 2010- doscientos años de independencia patria. Este hecho de suma trascendencia para la vida nacional debe ser, además de los festejos, un momento de reflexión, de autoanálisis y de rectificaciones, con relación a lo que hicimos y dejamos de hacer a lo largo de los doscientos años de vida independiente. Una de las rectificaciones que urgentemente debemos encarar en Paraguay es lo referente a la soberanía cultural y lingüística.
En toda la historia paraguaya, y hasta el presente, el guaraní fue la lengua más hablada. Se cree que en 1811 cerca de 99% de la población hablaba esta lengua y no más del 10% la lengua de Castilla; pese a ello, la lengua de los colonizadores –ahí la paradoja- fue casi siempre la oficial y normal a lo largo de estos convulsionados doscientos años. La primavera de la lengua guaraní fue durante el Gobierno del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, pero los posteriores gobiernos abierta o encubiertamente han asumido una posición adversa contra el guaraní y pretendieron imponer el monolingüismo castellano.
A modo de introducción
En Paraguay siempre hubo una desidia cómplice y silenciosa de las autoridades con respecto a la situación lingüística. Desde que llegaron los españoles a estas tierras hasta el presente el guaraní es la lengua más hablada. Según el último Censo Nacional de Población y Viviendas, realizado en el 2002, el 88% de la población habla guaraní, el 67% habla castellano, el 60% es bilingüe, el 27% es monolingüe guaraní, el 7% monolingüe castellano y 6% habla otras lenguas. Como se notará, la lengua abrumadoramente mayoritaria es el guaraní. Si retrocedemos en el tiempo, este porcentaje es mucho mayor. En 1992, año en que se oficializó el guaraní junto al castellano, el monolingüismo en guaraní ascendía al 37% y más del 90% hablaba el ava ñe’ẽ . Pese a ser la lengua que representa la identidad paraguaya, la lengua mayoritaria e identitaria de la nación, el guaraní fue y es minorizado, discriminado y sus hablantes flagrantemente segregados por razones lingüísticas en casi los doscientos años de vida independiente.
Por suerte en Paraguay, y en gran medida en toda Latinoamérica, en los últimos años ha nacido una nueva conciencia lingüística y nos despertamos de un largo letargo; este despertar nos ayudó a tomar conciencia de nuestra centenaria alienación cultural y lingüística. Uno de los más alevosos robos a la nación y a los paraguayos y paraguayas desde la culminación de la Guerra contra la Triple Alianza –hace 140 años- es la negación de la lengua guaraní, puesto que minusvalorando la lengua mayoritaria y de cohesión nacional, nos autonegamos como pueblo, y eso, a la larga, ha mellado en nuestra autoestima y hecho de nosotros un pueblo xenocéntrico y con poca autoestima, situación sociocultural que a la vez incide negativamente en la vida social y económica de la nación. Ahora, ya a puertas de los festejos del Bicentenario de la Independencia Nacional, fundamentalmente a impulso de la sociedad civil, en Paraguay estamos uniendo sinergias para revalorizar y normalizar la lengua Guarani junto al castellano, como lengua oficial y mayoritaria de esta nación sudamericana.
En estas breves líneas describiré la gravitante importancia de la lengua guaraní en la historia paraguaya y sudamericana, y la necesidad de su normalización y normativización en el marco del Bicentenario.
1. Protagonismo histórico de la lengua guaraní
1.1. El guaraní durante la colonia
Durante la colonia en Paraguay la única lengua normal era el guaraní y la lengua de los colonizadores casi nunca tuvo espacio. En un principio los españoles quisieron imponer su lengua, pero luego se dieron cuenta de la inviabilidad de dicha pretensión, puesto que los guaraníes nunca aceptaron otra lengua que no fuera la suya. La idea de Nebrija de que la lengua acompaña al imperio no cuajó en Paraguay y en varios países del continente. En ocasiones los colonos españoles se quejaban de que se llegaba al punto que en Paraguay la lengua de los conquistados era la normal y la de los conquistadores la discriminada. En las iglesias el guaraní era la lengua más utilizada; Roberto A. Romero explica que el Sínodo Diocesano de Asunción del mes de octubre de 1603, reunido bajo la presidencia del Fray Martín Ignacio de Loyola, Obispo del Río de la Plata, resolvió adoptar oficialmente el idioma guaraní para la enseñanza de la doctrina cristiana por ser la lengua más clara y hablarse generalmente en todas estas provincias, siendo su conocimiento obligatorio para los curas encargados de esa enseñanza. En las Reducciones Jesuíticas la única lengua, hasta para los comercios, era el guaraní, y el castellano era una lengua casi desconocida. “Nadie ahí entendía el español, sino que se leía y escribía sólo en guaraní”, aseveró Félix de Azara luego de visitar las reducciones .
Hernando Arias de Saavedra, primer Gobernador criollo del Río de la Plata y del Paraguay, en 1603, dispuso que los actos de su Gobierno fuesen pregonados en las dos lenguas mayoritarias de la región: el guaraní y el castellano. Los cabildos de los pueblos de indígenas, ubicados dentro de la Provincia del Paraguay, peticionaban a los Gobernadores y a los reyes en guaraní.
Un ejemplo más del extendido uso del guaraní no solo en el Paraguay sino en los países de la región fue el hecho protagonizado por el General Manuel Belgrano, Vocal de la Junta de Buenos Aires, que fuera enviado por ésta al Paraguay para tratar su incorporación a la Provincia de Buenos Aires; el mismo dio al guaraní el rango de lengua oficial al escribir en este idioma y en castellano sus famosas proclamas donde exponía los motivos de la expedición armada, y las remitió al Gobernador, a los paraguayos, a los obispos y a los comandantes de Misiones e Itapúa. Las cartas fueron fechadas en Costa Sur Paraná el 6 de diciembre de 1810.
1.2. El guaraní en la vida independiente paraguaya
Todos los prolegómenos para la gesta emancipadora del 14 y 15 de mayo de 1811 se tramaron en guaraní. El santo y seña con el cual se abrieron las puertas principales del Cuartel General se hizo en guaraní. Dada la protagónica función de esta lengua muchos historiadores afirman que las primeras páginas –y yo diría el primer capítulo- de la historia paraguaya se escribieron en guaraní. Las primeras resoluciones de la Junta Superior Gubernativa fueron escritos en forma bilingüe guaraní –castellano. Pero fue durante el Gobierno del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia -principal ideólogo de la revolución de independencia y presidente de la República del Paraguay, desde 1814 hasta su muerte en 1840- que el guaraní tuvo su máxima expresión de normalización. El Himno Nacional se entonaba en guaraní –no quiero en lengua de chapetones- reclamaba el Dr. Francia cuando, a pedido suyo, le presentaron en castellano la propuesta de la letra del himno; -escriban en la lengua del pueblo- sentenció aquel gran estadista paraguayo, y su pedido fue cumplido: el primer Himno Nacional Paraguayo, cuyo título era Tetã Purahéi , estaba escrito íntegramente en guarani.
A lo largo de los más de 26 años de mandato del Dr. Francia, el guaraní era la lengua oficial. El presidente se comunicaba con el pueblo en guaraní, y las comunicaciones oficiales también se vehiculizaban en esta lengua. Esta política asumida por el karai guasu es comprensible puesto que su gobierno respondía a los intereses de la mayoría, a expensas de la minoría española y criolla oligarca, y apuntaba al crecimiento endógeno de manera a garantizar la independencia Nacional. Durante el Gobierno de Don Carlos Antonio López, que sucedió a Francia, empezó la discriminación del guaraní. El mismo quiso imponer castellano, puesto que éste era el que unía al país con los pares de América y gran parte del mundo. Empero su política melló poco, puesto que su hijo, el Mariscal Francisca Solano López, que lo sucedió después de su muerte acaecida en 1862, vigorizó el uso del guaraní, especialmente durante la Guerra contra la Triple Alianza, que azotó al Paraguay desde 1865 hasta 1870. El Mariscal pronunciaba sus discursos en guaraní, los periódicos de trincheras se publicaban en guaraní o eran bilingües; los poetas populares, verdaderos “tirteos” paraguayos, cantaban en guaraní.
1.3. La destrucción del Paraguay y el destierro del guaraní
Culminado el deleznable genocidio imperialista, en 1870, se inicia la batalla contra la identidad nacional y la lengua guaraní, elemento de cohesión social y de resistencia del pueblo paraguayo. Para matar al Paraguay primero hay que matar esa maldita lengua –sentenciaban los vencedores. Después de ser la lengua normal, la utilizada en todos los ámbitos, tanto oficial como social, el guaraní fue proscripto apenas culminó la guerra. Una prueba irrefutable de la política de exterminio del guaraní fue lo sucedido en el sistema educativo: el 1 de marzo de 1870 culmina la guerra y seis días después, el 7 de marzo, se prohíbe vía decreto firmado por un gobierno marioneta, impuesto y controlado por el ejército de ocupación, el uso de la única lengua nacional en las escuelas, y empezaron los atropellos de esa humanidad contra los niños y las niñas paraguayos y paraguayas. Los castigos físicos y psicológicos por hablar en la escuela la única lengua que conocían eran los educandos, entre otros, el juru pete , el ñemoñesũ juky ra’ỹi ári , la suspensión del receso, golpes con la regla, maltratos verbales y epítetos como guarango o juru ky’a . Estas mordazas y atropellos sufridos por los niños y las niñas en las escuelas por más de un siglo han creado un verdadero mutismo social y laceró profundamente la autoestima colectiva del pueblo paraguayo.
Los posteriores gobiernos que se sucedieron después de la hecatombe del 70 han renegado contra la identidad paraguaya y la lengua mayoritaria, y siguieron violando los derechos humanos fundamentales de sus hablantes. Sólo cuando se asomó un nuevo conflicto bélico, en 1932 con el hermano país de Bolivia, nos hemos acordado nuevamente de la lengua mayoritaria, y cual objeto desechable lo volvimos a usar para luego botarlo nuevamente. La oligarquía criolla, sumisa a los intereses imperialistas, sabía y sabe que esta es la lengua de resistencia nacional. Por más que parezca paradójico, durante la Guerra del Chaco (1932-1935), el guaraní fue la única lengua normal y oficial y el castellano relegado. Un documento histórico es la Orden General Nº 51, del 28 de mayo de 1933, donde se estableció el uso obligatorio del idioma guaraní para las comunicaciones telegráficas del Ejército en Campaña. La misma establecía en el art. 7º: “Las comunicaciones se harán exclusivamente en guaraní y las secretas serán cifradas”; para completar, el art. 8º sentenciaba: “Toda infracción a las disposiciones sobre trafitelefónico, su secreto y las reglas para el uso del teléfono serán severamente sancionadas…” Culminada la guerra de los soldados desnudos -como alguien calificó a esa carnicería humana entre los dos países más pobres de América Latina- los paraguayos y las paraguayas nos pusimos nuevamente la careta y como país seguimos el histórico teatro de prohibir y discriminar el guaraní y renegar contra nuestra identidad. Esta hipócrita actitud la seguimos llevando a cuesta y con ella llegamos al Bicentenario de la independencia nacional.
A pesar de que existen signos alentadores muy importantes en los últimos años, especialmente desde la asunción del nuevo gobierno en 2008, el estado paraguayo sigue funcionando exclusivamente en castellano. Calificó al estado paraguayo como absolutista y fundamentalista, ya que desconoce y excluye por razones culturales y lingüísticas directamente a casi 30% de la población que habla solo la lengua guaraní y al 60% que además del guaraní conoce el castellano pero quiere vivir en las dos lenguas oficiales. A los y las hablantes del guaraní, en Paraguay, se les deniega – a 21 año de la caída y la dictadura y el inicio de la apertura democrática- el más fundamental derecho, por ejemplo, de poseer en su lengua la cédula de identidad, documento que los identifica como ciudadanos y ciudadanas; este documento hasta hace un año se expedía en castellano e inglés y actualmente solo en castellano, a pesar de la insistencia de la sociedad civil desde hace cerca de 10 años para que este y otros documentos personales se expidan en las dos lenguas oficiales.
Pero hay que reconocer que, como dije, hay signos alentadores. La educación bilingüe, a pesar de la resistencia de la élite castellanista, sigue en marcha; actualmente los y las funcionarios del estado están estudiando guaraní, y desde la Secretaría de la Función Pública se pretende en unos años más contar con funcionarios y funcionarias bilingües; el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) se muestra un poco más abierto a los reclamos de mejorar la educación bilingüe; la Comisión de Conmemoración del Bicentenario de la Independencia Nacional incorpora la reivindicación lingüística en el marco de la celebración de los doscientos años de la independencia; las distintas organizaciones de la sociedad civil vienen valorando y usando cada vez más la lengua mayoritaria. Es probable que en el presente año se apruebe la Ley de Lenguas, que varias instituciones y organizaciones vienen trabajando desde hace más de un quinquenio y cuyo texto fuera consensuado con el MEC. Con esta ley se reglamentará el artículo constitucional que oficializa el guaraní junto al castellano. Pero los pequeños logros son alcanzados gracias a la militancia e insistencia de la sociedad civil y no por iniciativa del segregativo Estado paraguayo.
2. El Bicentenario y la soberanía cultural y lingüística
La celebración del Bicentenario de la Independencia nacional es el mejor momento para plantear la soberanía cultural y lingüística en Paraguay. La aprobación de la Ley de Lenguas será la prueba de la voluntad de la clase política. Con la aprobación y aplicación de la mencionada normativa se iniciará la bilingüización del estado y se profundizará el uso del guaraní, junto al castellano; además se prestará mayor atención a las demás lenguas habladas en nuestro país, especialmente las indígenas. La única condición para la normalización real del guaraní es la voluntad política de parte de los tres poderes del estado, especialmente del Legislativo. Pero debemos entender que las decisiones del Parlamento Nacional en gran medida dependerán de la presión que pueda ejercer la sociedad, porque es sabido que los Poderes Legislativo y Judicial son las principales rémoras para la construcción de un país más democrático, independiente y con justicia social.
No será posible la construcción de un Paraguay incluyente, democrático y justo si no superamos la segregación social y política por razones lingüística y si no consolidamos nuestra identidad como nación. Es hora que las paraguayas y los paraguayos nos sintamos orgullosos de haber nacido en la tierra guaraní y de conocer y usar la lengua que desde hace miles de años se habla en este suelo: el guaraní. Las dictaduras y los años de oscurantismos que han azotado a la nación, impuestos por intereses exógenos y en complicidad con la élite local, son los que han pretendido borrar la identidad nacional y la lengua guaraní; ahora que el pueblo sale del letargo y empuja hacia la profundización de la democracia y los cambios sociopolíticos, están llegando tiempos mejores para la lengua guaraní. A la par de encarar acciones para recuperar la soberanía política, territorial y energética, en nuestro país debemos luchar por nuestra soberanía cultural y lingüística.
Por último, es importante que en los bicentenarios que celebramos en varios países latinoamericanos, además de Paraguay, planteemos el fortalecimiento y normalización de las lenguas autóctonas y las identidades nacionales. América es el único continente donde las lenguas propias son anormales y discriminadas. La recuperación, el fortalecimiento y la normalización del guaraní y otras lenguas americanas nos ayudarán a ser más auténticos para reencontrarnos con nosotros mismos como latinoamericanos.
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